HABLÉMONOS BONITO
Si lo pensamos bien, no nos gusta que nos hablen de una forma brusca y grosera, nos puede hacer daño e incluso ponernos tristes. Cuando nos hablan con buenas palabras, cortesía y buena actitud, nos sentimos valorados y respetados, lo que nos permite crear lazos de confianza y tener diálogos productivos.
El tono, el lenguaje y la actitud en que decimos las cosas abre o cierra nuestra capacidad de escuchar y comprender. Las palabras son muy poderosas, pueden destruir o salvar y una vez lanzadas, no hay vuelta atrás.
Nos hemos acostumbrado a hablar utilizando gritos, groserías y movimientos bruscos (manoteos, pecheos, toques y/o golpeteos), pues su uso es generalizado. Lo hacemos, sintiendo y sabiendo que no es correcto dirigirnos otras personas así; no es agradable, saludable ni deseable.
Si NO cuidamos nuestro lenguaje, tono y actitud al comunicar algo, podemos:
1. Distraer al oyente, haciendo que se enfoque en la forma en que le transmitimos nuestra idea y no reflexione sobre ella, quitándole importancia a su contenido.
2. Decir y hacer cosas sin pensar y herir a la persona oyente, ofenderle, entristecerle, hacerle sentir que no le respetamos y/o que no le apreciamos. Facilitando que nos responda de la misma manera.
3. Afectar negativamente el trato, el cariño, el respeto y el aprecio en nuestras relaciones de amistad, afectivas, familiares y sociales.
4. Hacer que las personas que no nos conocen bien, nos juzguen y nos vean como en realidad no somos y/o nos traten de forma inadecuada.
5. Perder fuerza al gritar, decir tacos y usar movimientos agresivos cuando los consideremos realmente necesarios y merecidos. Pues su uso frecuente debilita su impacto, eficacia y utilidad.
6. Crear un hábito desagradable y tratar mal a las personas sin darnos cuenta, con el peligro de extenderlo a otras personas.
7. Acabar con la posibilidad de tener conversaciones y relaciones productivas y enriquecedoras.
Dejar la agresividad, los gritos y las groserías al comunicarnos es posible. Podemos suavizar nuestra voz, sustituir las groserías por palabras y frases adecuadas y eliminar nuestros actos violentos innecesarios.
Y recuerda, aunque los desacuerdos son parte de cualquier interacción humana, el lenguaje, los tonos y las actitudes facilitan o dificultan de forma definitiva la comunicación. Hablar con buenas palabras, de forma cortes y con buena actitud, no es aceptar lo que nos están diciendo, pero evita malos entendidos y permite exponer claramente lo que pensamos.
En el transcurso de nuestras vidas iremos aprendiendo, adaptando e inventando tonos, palabras y actitudes, para ajustarlas a nuestras necesidades y personalidad. De esta forma y con mucha voluntad, crearemos un hábito más agradable y constructivo.